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miércoles, 9 de febrero de 2011

Los CUERITOS



Coincidió que hoy tenía más hambre que ayer, con el hecho de que hoy mi papá trajo un pollo asado y una gaseosa a la casa. Mi mamá esta contenta porque hoy vamos a comer bien. Mientras mi papá le dice a mi mamá que aliste la mesa y ella a su vez me manda a lavar los platos y pocillos de plástico con un cuncho de agua. Mis hermanas y mi hermanito dejan de jugar con los muñecos, se limpian las manos con la ropa y se disponen para el banquete. 

Estuve muy contento porque a mí me gusta el pollo frito, y en especial los cueritos porque son crocanticos y tiene un sabor especial. Son muy ricos.

A medida que pasaba los platos mi mamá iba repartiendo las presas con un pedacito de papa, en cada pasada se llevaba los dedos a la boca con un gusto que pocas veces se le ve cuando come. Mientras tanto mi papá sirvió las gaseosas, no sin antes hacer el ritual del secado del pocillo, sacudiéndolo fuertemente hacia abajo con lo que hace que unas pocas gotas de agua caigan al piso.

A mis hermanas les dieron las alas, a mi hermanito y a mí las piernitas, mi papá se quedó con la pechuga y mi mamá con la colita del pollo. El problema fue que mi presa me la dieron sin cuerito. Lo que no me termino de gustar fue que mi hermanito le estaba echando el cuero que me tocaba a mí al perro.

Así que comprendí que a él no le gustaban los cueritos e inmediatamente metí mi mano en el plato de él y halé ágilmente el cuerito que tenía su presa. Pero resulto que el niño grito reclamando  su presa y su parte del cuero. Sin pensarlo dos veces retiré mi mano para que dejara de llorar, pero así mismo mi papá sin pensarlo dos veces y sin darme cuenta conecto como de costumbre su pesada mano contra mi boca. 

Eso me trato de todo, y me dijo, hijueputa ladrón muerto de hambre. Sin voltearlo a mirar pensé para mi mismo. Más hijueputa él que se metió de sapo a traernos ese pollo que ahora me sabe a sangre.  Prefiero mil veces seguir chupando pegante con Miguel o tomándome una aguapanela en la casa de Jeisson, que tener que  aguantarme a ese pirobo cascándome por un insignificante cuero de pollo.




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