Una figura humana escarnecida y el blanco de sus ojos turbios de arena. Ni que decir de su alto estado de desnutrición, con cabellos poco brillantes y dientes partidos, manchas en la piel a modo de verrugas delatan que el tiempo pasado no fue mejor.
Pies de colores grises en la planta, oscuro resaltado con machas percudidas en el empeine, rodillas y cadera. En sus codos ya se refleja el paso del tiempo. Al parecer, estamos pendientes para saber cuándo traerá a los hijos de su vientre, para atenderlos de manera integral, mientras tanto sobrevive de la pesca barata y mal remunerada, pues el pescado barato es la cotidianidad escarnecida, malditamente salada.
Camilo Guzmán Forigua
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